martes, 25 de enero de 2011

El valor de un esfero

Hoy, un día cualquiera en la escuelita fiscal nocturna y rural donde trabajo o, al menos paso ocho horas pretendiendo arduamente que lo hago, todo el mundo decidió que era plan salir temprano. Apenas quedamos tres pelagatos, una de ellas esta humilde servidora cada uno más apático que el otro para contestar el teléfono y peor aún, atender el timbre. En fin, por que perdí en piedra, papel o tijera me tocó atender la puerta y bueno venían a dejar facturas.

Todo parecía un trámite normal del típico papeleo diario, fui a mi oficina, firmé la factura, puse el sello de la escuelita y salí de vuelta a entregar dichos documentos a la voluptuosa mujer que los hizo llegar. (Sí, la parte de voluptuosa y escotada es importante en la historia). Al salir, feliz porque al fin volvería a mi emocionante rutina, me dijo que necesitaba firmar el famoso y bien conocido "Recibido".

En ese momento me di cuenta que no tenía esfero para poner mi autógrafo y cometí la imprudencia de decir "No tengo esfero". La joven mujer me dijo muy agenciosa, cabe mencionar, "No se preocupe, yo tengo". Oh! grave error, gravísimo! El tiempo se detuvo y por mi mente pasaron los segundos en los que dejé mi esfero tan bonito, limpio y bien cuidado sobre mi mesa de trabajo. Ella claro, tan gentil tuvo la cortesía de sacar un tibio y húmedo esfero de su brasier, chichi, entreteta, escote o como quieran llamarlo y me lo ofreció con toda la amabilidad del caso. Al sostenerlo en mis manos con esta canción como soundtrack de la historia.

Traté lo más que pude y logré disimular un poco y poner apenas un poquito de cara de asco y sorprendentemente pude hacer la firma tal y como está en la cédula, así medio patoja y medio chueca. Saqué toda la fuerza de voluntad para extenderle una sonrisa y decirle "Muchas gracias"... Fue en ese momento que descubrí el valor de un esfero.

2 comentarios:

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...