miércoles, 3 de mayo de 2017

Entre la violencia y la demencia...

Escribo a los tiempos para contarles una historia que, tristemente, es de la vida misma. Ayer volvíamos a casa con mis dos Pochos (papá e hijo), eran las 19h30 más o menos y el gordo estaba molesto porque le habíamos cortado el pelo (cosa que detesta) y ya era su hora de comida. 

En media calle había un grand cherokee parado y dos hombres conversaban cómodamente. Mi esposo hizo luces pero no se inmutaron, pitó ligeramente y el tipo que estaba parado hizo una pose para evidenciar que estaba muy a gusto. Me bajé del auto y les pedí que, por favor, se movieran porque tenemos un bebé. Les valió madres. Mi esposo se enojó y pitó con fuerza, entonces los tipos se bajaron del vehículo a intimidarnos. No les importó que el bebé lloraba desesperadamente porque se asusta con los gritos. 

Como había pasado algún tiempo, se formó una fila en la calle y varios vehículos empezaron a pitar y, por presión social, decidieron abrir el paso. Debo confesar que mi esposo y yo tuvimos la misma reacción: bajar la ventanilla y gritarles, él les dijo imbéciles y yo les menté a la madre. Ante eso, nos lanzaron una botella de vidrio que se estampó en la parte posterior del auto. 

Hasta ahí, uno pensaría que llega al límite de la locura. 

No conforme con esto, el conductor del vehículo invadió el carril de zona azul, se paró transversalmente para impedirnos el paso mientras que su copiloto se acercó caminando a golpear el vehículo con sus manos. Cambió el semáforo y con una maniobra logramos salir y continuar pero no contábamos con que nos iban a seguir hasta la casa. Cuando entramos al parqueadero, nos gritaron e insultaron. Resta anotar que el pobre Juanjo estaba al borde de la alferecía. 

Hasta ahí, uno pensaría que esta situación ya es de locos. 

Hubiera querido que las cosas acabasen ahí pero no! Cuando parqueamos el auto, el guardia del edificio bajó a indicarnos que un hombre (este hombre) estaba en la puerta pidiendo que salgamos (para qué? no sé!). Le pedimos que les despache y que, por favor, llamara a la policía. Frente a nuestra negativa, el hombre amenazó con hacernos daño y que como ya conocen nuestra casa debemos tener cuidado porque van a estar rondando por ahí. No le importó, en absoluto, que las cámaras del edificio registren toda la escena. 

Hasta ahí, definitivamente nos encontramos con la demencia. 

Esperemos que la historia termine aquí, pese a que tenemos placas y videos no tenemos la confianza para iniciar un proceso judicial. Quisiera saber en qué momento nos volvimos - todos - tan violentos, tan intolerantes y tan dueños únicos de la razón. Los muy intocables. A veces le veo a mi hijo y me da temor porque el mundo al que le hemos traído me llena de decepción y desesperanza pero su sonrisa, su mirada inquieta y curiosa me impiden perder mi fe en la humanidad. 

La moraleja de esta historia, eso es que los padres tenemos el deber moral de formar mejores personas que nosotros. (Sí, eso implica no bajar la ventanilla a mentarle a la madre de nadie, no importa cuán imbécil sea). 

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...