miércoles, 29 de abril de 2020

Jugando a la escuelita en casa

La cuarentena ha significado muchos cambios en nuestra vida cotidiana. Para quienes tenemos hijos, la suspensión de clases lleva consigo el tener a los niños a tiempo completo en la casa y, además, con la misión de jugar a la escuelita, el teletrabajo (para quienes todavía tienen la suerte de conservar su empleo) y también atender todos los quehaceres del hogar. 

Como saben, nosotros tenemos dos pequeños diablillos de 4 y 2 años, lo cual equivale - más o menos - a tener una licuadora con la tapa abierta durante 24 horas y los 7 días de la semana. Ya desde hace algún tiempo dejamos de contar los días de confinamiento y solo contamos los días por las veces que comemos. (Agradecemos mucho al cielo que no nos falta comida en la mesa)

En fin, una vez que decretaron que no habría regreso a clases, las clases virtuales dejaron de ser una opción y pasaron a ser una obligación tanto para el J como para mí porque él todavía necesita ayuda para manejar las plataformas virtuales.  Si bien es una hora diaria, dividida en dos clases de 30 minutos (sí, no parece mucho pero es un montón!), esto implica que debo poner pausa a la limpieza, a la comida y a la Emilia (¿?) para sentarnos frente a la computadora y tratar de atender a clases, entendernos entre interrupciones de los pequeños o de la tecnología y procurar seguir con el proceso. 


Debo confesar que para mí resulta sumamente estresante todo esto. Primero porque mi hijo tiene pulgas en el poto! Se mueve hasta caerse de la silla, se distrae a cada minuto, responde cualquier cosa  solo para molestar y, así, una larga lista de etcéteras. Yo, tras bastidores (empijamada todavía), muero de angustia y me siento tentada a soplarle las respuestas o darle haciendo las actividades porque... "qué vayan a decir". (Seguro dirán que es un niño de 4 años y que su comportamiento es NORMAL, no como el mío).


Luego de las clases en línea viene el segundo tormento mutuo porque tenemos que trabajar juntos en las actividades de refuerzo. Me preparo psicológicamente para eso, hago ejercicios de respiración y empiezo siendo un pan de azúcar, "mi vida, vamos a hacer un circulito con el color que tú elijas", "por favor, esta vez trata de coger bien el lápiz y no salirte de las líneas" pero termino sacando la Hitler que hay en mí, levantando la voz y diciendo cosas como "pero cuántas veces te tengo que decir"; lo cual viene seguido de un irremediable sentimiento de culpa.

Todo esto me lleva a aumentar mi profunda admiración por los guaguas y su infinita capacidad para adaptarse a los cambios, para siempre verle el lado amable a la vida y contentarse con pequeñas cosas cotidianas. Valoro mucho la paciencia, la dedicación y el cariño que le ponen los profes a esta situación, no debe ser fácil preparar una clase para niños tan chiquitos, hacer malabares para mantener su atención y luego, tener que lidiar con nosotros.

(Profe del Juanjo, si alguna vez me lees... Gracias por todo lo que haces, esta familia te quiere mucho!). 

Estoy segura que esto pasará, espero que la experiencia del homeschooling no sea tan traumática para mis pequeños. Confío que cuando sean grandes y podamos conversar de esto, tengan bonitos recuerdos de esta difícil época, por ahora, mis pequeños se han ganado el "diploma oruga" por brindarnos cada día el empuje para seguir adelante.

Papitos y mamitas, sigamos poniéndole ganas! Reciban de mi parte un fuerte abrazo solidario! 

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