jueves, 31 de diciembre de 2015

Adiós 2015... Bienvenido Juan José!

Ya se va haciendo costumbre esto de cerrar el año con un post, aunque durante los 364 días restantes apenas haya aparecido por aquí. Hoy, cierro el 2015 en casa, de vacaciones con el lado izquierdo de la cama vacío porque el hubby tuvo que trabajar esta fecha. Creo que es bueno tener mala memoria (o quizás el Juanjo me está quitando todo el fósforo) porque mi balance del año es positivo:

En el ámbito laboral, tuve muchas oportunidades de codearme con la alta alcurnia politiquera y demostrar lo que hemos logrado, me pude pasear por Madrid. He podido probarme a mí misma que sí puedo con una responsabilidad tan grande. Esto se agradece doble, cuando ha sido un año sumamente difícil para muchas personas, entre ellas, gente muy cercana y muy querida. 

En lo personal, seguimos creciendo (sobretodo la pancita). Luego de varios sustos durante estas 31 semanas de embarazo, me alegra saber que estamos avanzando bien. Cada día crece y se hace sentir con sus patadas voladoras o sus episodios de hipo. A este paso y, habiéndome convertido en una refri de dos puertas, creo que el peque va a nacer más alto que su madre!

Además, aproveché con locura este año para terminar la tesis, claro que la señorita secretaria (tan amable) decidió que debía guardar reposo desde noviembre hasta enero y dejó archivado mi trabajo hasta el otro año. Seguramente defenderé la tesis con una panza de dos metros o con un pequeño en mis brazos. De todos modos, terminamos ya esa tortura.

Este año ha sido muy importante para mí. He recibido toneladas de cariño de mi familia y amigos. Mi esposo sigue siendo mi mejor amigo y cómplice, mi compañero en esta nueva aventura de ser padres... "mi amor de mi vida". Mis padres y mis suegros se han encargado de mostrarme cuán grandiosa es la tarea de ser "papases" y han sido un ejemplo de lo que queremos ser con nuestro Juanjo. La salud de mi mami está mucho mejor y ahora se ha vuelto una abuela chocha. Mi hermano, estrenándose de tío, me llena de mimos cada día, me cuida y me acompaña cuando estoy enferma o triste ha sido mi fortaleza. El refugio de amigas y amigos también ha sido fundamental en este año con risas, llantos y el infaltable bullying.

Así, todo lo malo se quemará hoy a las 12 de la noche y esperaremos recibir el 2016 con el corazón lleno de esperanza, los mejores deseos para las personas que amamos y con el profundo anhelo de que llegue el día de sostener a nuestro peque en brazos.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Se llamará Juan José...

Desde el momento en que supe que estaba embarazada, sentí que tenía un pequeño creciendo en mi interior pero apenas en la semana 21 de embarazo, el doctor nos confirmó que se trata de un señor y, a partir de ese momento, empezamos a pensar en cómo lo llamaremos.

Nuestra opción inicial había sido "Andrés Sebastián". Es ese nombre que piensas con tu pareja cuando apenas están comenzado a soñar con una vida y una familia juntos. Incluso antes de que nos perforaran la cédula.

Personalmente, había pensado mucho en "Juan Francisco", como su tío que nos cuida desde el cielo pero todavía me resulta duro mencionar su nombre sin que me invada una gran nostalgia. Y no podemos permitir que el pequeño lleve a cuestas esa gran carga emocional.

Así, cuando por fin supimos que viene un liguista viene en camino, hablamos en serio con el hubby sobre los nombres. Él sabe lo mucho que significa para mí que se llame "Juan" como mi ñaño, quien también fue su mejor amigo. Cuando accedió, pensamos en muchas combinaciones hasta que encontramos la perfecta. Se llamará "Juan José".

Para nosotros es particularmente importante el tema de los nombre. Teníamos que pensar en uno que fuese lo suficientemente lindo porque respecto a sus apellidos ya no podemos hacer nada! Quién le manda a la señora Toro se casarse con el señor León.

Espero que no sufra mucho en la escuela, yo todavía cargo mis traumas de "Ana Muuu". En cualquier caso, siempre podemos inscribirle en clases de taekwondo para ver si alguien decide fastidiarle!

Seis meses ya...

El tiempo pasa volando! Es gracioso como ahora tengo que hablar por dos y mi vida se cuenta en semanas. Hoy cumplimos la semana 25, obviamente estoy más gordita y me siento algo torpe con mis movimientos pero el embarazo avanza sin novedades.

Es verdad que mi vida ha cambiado mucho. Cada vez me siento más lejos de los grupos de panas con los que tantas veces nos reunimos a ver el fútbol, a tomar un trago o a jugar hasta la madrugada. Mis rutinas de ejercicio han sido reemplazadas por changar media hora más a la almohada. Mi panza ha probado toda crema existente para mantenerse hidratada y mi régimen de alimentación pasó de 3 comidas diarias a morirme de hambre todo el día.

Hace un par de semanas, cuando estaba en mis clases de yoga (es de lo más gracioso hacer ejercicio cuando ni me veo las puntitas de los pies), sentí por primera vez una pequeña patadita. Al principio me asusté porque no estaba acostumbrada a esos movimientos en mi panza pero ahora ya es común sentir a mi guasnupito revoloteando en mis entrañas, recordándome que no estoy sola.

Estos meses han sido super complicados para mí. Me la he pasado buscando un respiro entre el trabajo, la tesis y tratando de no dejarme ganar por el sueño que es sumamente tentador. Entre las buenas nuevas, les cuento que hay proyecto por un año más y nos ha ido tan bien que el pequeño ya ha salido en sus primeros programas de televisión junto con su mamá. Además, ya tenemos listo el primer borrador de la tesis y espero que se pueda patear el birrete este mismo año.

Y con el hubby... Bueno, cuando empezamos nuestra vida juntos sabía que era mi mejor amigo y mi cómplice pero desde que arrancó la aventura de convertirnos en padres, no queda duda que tengo dos grandes amores en mi vida. Al primero de ellos ya lo conozco casi la mitad de mi vida y al segundo, lo conoceré en febrero del próximo año.

Seguramente mis post serán cada vez más cursis pero así estamos: hablándole a la pancita, poniéndole su musiquita, sintiendo juntos sus primeros movimientos, juntando lo necesario para decorar el dormitorio del pequeño, contando los días para verle en la ecografía y esperando tenerlo en nuestros brazos.


jueves, 8 de octubre de 2015

A la mañana siguiente... un cuentito para variar el blog

Diana era una chica como las demás, con 20 años empezó a dejar atrás su adolescencia para dar paso a la adultez. Era una joven delgada, trigueña, con delicadas curvas que relucían perfectamente con los jeans de moda y las ceñidas blusas de originales diseños en el pecho.

Por donde caminaba llamaba la atención. Su belleza consistía en un largo y rizado cabello cuyo color original ha desaparecido con el paso de tintes y tratamientos. Era dueña de una brillante sonrisa que vio reflejado el sacrificio de la ortodoncia realizado durante su niñez  y dueña de unos grandes y vivaces ojos negros tan enigmáticos y profundos que más de uno se ha ahogado en ellos.

Diana disfrutaba de sus años de universidad en la carrera de Comunicación Social. Tenía un gran grupo de amigos y no podía dar un paso por el campus sin que encontrase alguien con quien saludar y charlar. Además, tenía una memoria prodigiosa pues lograba recordar todos los nombres, incluso aquellos que escuchó apenas una vez mientras salía de juerga.

Su carisma conquistaba a todo el que la conocía, pero tenía un defecto. Diana tenía mucha facilidad para enamorarse y una capacidad aún mayor para decepcionarse de las personas, por ello, su relación más larga no cumplió tres meses. Los argumentos para justificarlo eran tan diversos como absurdos: “es muy alto”, “es muy bajo”, “me absorbe”, “no tiene tiempo” y cualquier otra excusa como "es mi mejor amigo".

Así Diana cumplió dos décadas de vida con un corazón con más marcas que el mapa físico del Ecuador. El único amor que había construido sólidamente con el tiempo, fue hacia su cámara fotográfica, con la cual era capaz de captar imágenes que clamaban por justicia social y exigían reivindicación de derechos pese a que su ideología nunca estuvo marcada por la hoz y el martillo.

Podía ver una gran fotografía aún en medio del smog, el ruido y la basura. Su lente llamó la atención de compañeros y colegas, quienes reconocieron su trabajo. Sin duda, era una joven con un presente brillante y un futuro prometedor. Había conseguido todo cuanto se había planteado ya que sabía que sus objetivos eran alcanzables porque su determinación era indomable.

Con el tiempo aprendió a levantarse de las caídas fuertes, aprendió a burlarse de sí misma y a reírse de sus errores, aprendió a llorar por amor, aún sin saber si de verdad lo sentía. Su espíritu era una caja llena de sorpresas.

Los años de universidad transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. En tercer año de estudios se vinculó al sector público y empezó a trabar en lo que le apasionaba: Contar historias a través de la fotografía. Solo que ahora debía ocultar la desigualdad que tantas veces había sido denunciada por el lente de su cámara y tuvo que mostrar solamente un lado de la verdad. Así empezaron sus primeras crisis ético-profesionales pero las mitigaba cuando lograba captar un atardecer hermoso o la sonrisa de un niño.

Su disertación para graduarse fue tan peculiar como ella misma. Se trataba de la semiótica de la mujer en revistas deportivas del país. Esta investigación rompió esquemas y replanteó el debate sobre la objetivización de la mujer en el Ecuador. Sentía que lo tenía todo.

Días atrás, durante una cena, recordaba sus inicios en la universidad, sus primeros amigos y las travesuras que hacían. Ahora todos han crecido, ella ha tenido que vestir de largo y asistir a bodas de sus amigos cercanos e incluso a un par de bautizos. Ahora se encuentra a vísperas de su graduación, el título profesional que le servirá como pasaporte para continuar sus estudios.

Llegó la víspera de su defensa de tesis. La noche del 13 de agosto escogía cuidadosamente su traje de color café, sus zapatos y cartera que le harían juego a la mañana siguiente. También aprovechó para dejar a punto la presentación y su discurso de agradecimiento y se metió a la cama con la luz de la luna colándose por sus cortinas. Con mil pensamientos en su agotada cabeza, acarició la almohada y cerró sus ojos.

Los médicos dijeron que todo sucedió poco después de medianoche.

Quisiera creer que en sus sueños un ángel la envolvió entre sus alas y se la llevó volando. La verdad es que mientras dormía, una arteria en su cerebro era demasiado débil y explotó. Dicen que no sufrió, o al menos su dolor fue menor al que siento ahora, sentado frente a una lápida que lleva su nombre y exigiendo al cielo una explicación que no llega.

Tengo para recordarla su fortaleza, su sonrisa y su Nikon pero sigo náufrago en las oscuras aguas de sus ojos…

jueves, 3 de septiembre de 2015

Bebé en proceso...

Creo que vivir conmigo 28 años me ha hecho conocerme lo suficientemente bien como para saber que tenía un pequeño muppet creciendo en mi pancita antes de que los resultados dieran positivo. Fue fácil notarlo, los pequeños antojos de dulces a toda hora del día (cuando yo he sido más de golosinas de sal como un mote, cevichocho, etc.) encendieron la alarma pese a la incredulidad del hubby.

El 21 de junio, durante la celebración del día del padre, con toda mi familia materna, no me pude aguantar las ganas y fui a la farmacia para comprobar mis sospechas. Ese sería el primer regalo del día del padre que recibiría mi cómplice de toda la vida. Al principio fue super difícil guardar el secreto, sobre todo en la oficina porque trabajo en el quinto piso de un edificio sin ascensor y debía evitar los esfuerzos pero ahora subo y bajo sin problemas (solo a veces necesito un tanque de oxígeno). 

Una vez que escuchamos el corazoncito por primera vez y el doctor nos dijo que crecía bien, pudimos anunciarles a los papás que iban a convertirse en abuelos. Los míos, se inauguran como abuelitos pero mis suegros ya tienen seis nietos de experiencia. Y también fue emocionante avisarles a los abuelitos que tendrán su primer bisnieto para que le engrían cuando los visite en Ibarra. 


En cuanto a mí? Feliz porque no he tenido estragos, solo algo de sueño, hambre y muchas ganas de que me llenen de mimos. Ahora ya me miro al espejo y veo una pancita que muestra que mi Guasnupito (nombre protegido) va creciendo favorablemente. Extraño mucho el café, las cheladas y dormir panza abajo en mi cama, cual zancudo en pared de baño pero cuando veo en el ecógrafo una personita pequeñita que me hace muecas, me patea, se chupa el dedo y cuyo corazoncito late tan rápido como el como un colibrí... todo se me olvida. 

Qué no me gusta? Que mi pancita se ha vuelto de dominio público. No importa quién, no importa dónde ni cuándo... todo el mundo me coge la panza, me acaricia y me soba como a escultura de Buda en chifa de barrio. Entiendo que es una expresión cargada de cariño pero todavía no logro acostumbrarme aunque ya me tocará ir haciéndome a la idea. 

Por lo pronto seguiré engordando, hablándole a mi ombligo y esperando tener a este angelito (angelito? con esos taitas?) en mis brazos. 

miércoles, 1 de julio de 2015

Problemas de actitud (?)

Desde que tengo memoria, siempre he sido algo inquieta y traviesa. Al parecer, tengo demasiada energía acumulada y generalmente explota en los momentos menos oportunos por lo que desde que estaba en el jardín de infantes, supe lo que era pararse detrás del pizarrón como castigo por molestar en clase. 

Las cosas no mejoraron en la escuela. De vez en cuando, mis papis tenían que acudir a los llamados de las monjas para escuchar la retahíla de reclamos por ser "muy inquieta", por "reírme muy alto"o por "causar disturbios con las otras compañeritas". Mamá amenazó con sacarme de la escuela y comprarme un cajón para limpiar zapatos si no mejoraba mi comportamiento.

Las cosas no mejoraron en el colegio. En primer año del colegio, nuevamente, tuve que asistir al rectorado con mis papás porque tenía un bajo promedio en Disciplina - definitivamente, es la "materia" más difícil - pero se pudo negociar la condición de la matrícula.

Las cosas no mejoraron en la universidad. Yo me sentaba atrás, molestaba a mis compañeros - por primera vez compartía las aulas con muchachos - y más de un profesor creyó que hice trampa cuando recibió mi primera calificación de las pruebas. Me costó ganarme un espacio pero al final, hasta me gané una beca. Creo que la Universidad fue el espacio más feliz de toda mi vida académica y aún extraño esos momentos de ocio en el parque central o los viernes felices en cualquier bar de mala muerte.

Las cosas no mejoraron en la maestría. Ganarme el calificativo de "Guerrillera" creo que es una muestra de cómo vamos. He tenido varios altercados por defender lo que considero justo: educación de excelencia y trato respetuoso a los estudiantes. En cualquier caso, cuando tuve la entrevista para ver si continúo o no en la Maestría, la parte académica estaba absolutamente sustentada pero mi coordinadora concluyó con "no es solo capacidad, también es actitud" por haber reclamado la falta información y el trato displicente que recibimos.

En fin, creo que el mundo tiene razón: tengo un genio del diablo y serios problemas de actitud. Respecto al primero, lamento mucho lo que sufre el hubby, respecto al segundo... me encantan!

Mi aventura en la "Madre Patria"

Siempre he tenido la suerte de trabajar en cosas que me gustan y apasionan o, por el otro lado, siempre le he cogido el gusto y la pasión al trabajo que realizo. En cualquier caso, mi escuelita actual no es la excepción. Hay mucho que debo contar al respecto pero ya encontraré el espacio!

Hace cerca de un mes tuve la oportunidad de viajar a Madrid por un asunto laboral. Debo reconocer que no creía en nadie y casi ni pisaba el suelo de la felicidad. Según yo, mi elocuencia y carisma me harían conquistar al viejo continente. Mentira! No hay carisma que aguante el jet lag (es el eufemismo de indigestión (también eufemismo)).

Pasé cuatro días como un ente cuya única misión en la vida era tomar una sopa de lo que fuere! Eso sí, a mí no me engañan con ese gaspacho que no puede dignarse en llamar sopa porque es salsa de tomate con par pimientos. Además, mis taras mentales hicieron que me cueste un par de días acostumbrarme a leer "Tapas gratis" sin echarme a reír! En verdad, creo que tener un jefe guayaco me dañó un poco el cerebro.


Tengo que confesar que es extremadamente difícil trabajar y mucho más turistear en un país donde debes identificar todos los baños cercanos. Así es cómo me perdí la mitad de mi visita al Museo del Prado y compré una botella de vino que costó un riñón y la mitad del otro por el simple hecho de que el local tenía un baño limpio. Con ese dolor de panza mortal, creo que fui al única persona que entraba a un Starbucks a pedir una infusión de manzanilla tamaño familiar.

Fuera de las bromas, diré que Madrid es una ciudad encantadora, me emocionaba mirar la puerta del Sol desde mi ventana y admirar el movimiento hasta altas horas de la madrugada. La gente que conocí dentro del ámbito laboral ha sido muy gentil (aunque nunca pude hacer algo fuera de ese entorno profesional).

Y eso sí, una vez que pude volver a ingerir alimentos sólidos, disfruté de al gastronomía española: pulpo, rabo de toro, jamón serrano, montaditos, mariscos que no tenía idea de su existencia, paté de cosas que no puedo pronunciar así como de su deliciosa cerveza más conocida como caña y que nada tiene que ver con la caña manaba.

Aunque como la cabra tira al monte, fue genial volver a ver un par de amigos a quienes no veía hace mucho tiempo para el update respectivo, conocí a un par de ecuatorianas divinas con las que pude compartir un tinto de verano (qué cosa más espectacular), participé de eventos diplomáticos y me di un baño de popularidad de esos que sirven para acariciar el ego. Así también, tuve la oportunidad de conocer nuevas culturas pues ahí donde me ven, este pechito ha tenido cara de árabe.

Empero no es lo mismo recorrer Madrid sola, tomando pura selfie (porque no había quién acolite con una fotito) que de la mano de mi mejor amigo quien, coincidencialmente, resulta ser "el hubby".

viernes, 27 de febrero de 2015

Del síndrome de Tourette al síndrome de abstinencia

Hoy ha sido un día extraño porque viene acompañado de un profundo síndrome de abstinencia causado por un decisión propia. Esta mañana me levanté y me prometí a mí misma dejar de decir malas palabras, cuestión que está resultando más complicada de lo que creía. 

Normalmente puedo ser una persona - semi - normal, tener reuniones donde la coherencia de mis palabras hace creer que sé de lo que hablo y sé lo que estoy haciendo. Sin embargo, solo necesito un poquito de confianza para decir comentarios políticamente incorrectos, acompañados del más florido vocabulario. 

A manera de burla, había atribuido esta manía al Síndrome de Tourette (sin ningún interés de ofender al poco porcentaje de la población que tiene esta afección) pero me tranquiliza saber que "según estudios del comportamiento humano, las personas que dicen muchas malas palabras son más honestas y confiables". Si es así, no hay nada de qué preocuparse. 

Que levante la mano el que cuando se golpea el dedo chiquito del pie en la pata de la cama, agradece al universo por el dolor causado pues es sinónimo de estar vivo. La primera reacción es soltar una retahíla de palabrotas que, si bien no eliminan el dolor, son liberadoras y permiten descargar la energía contenida en este pedacito de cuerpo. 

El problema radica en que las palabrotas son un vicio como el tabaco, todo va bien mientras nadie fume alrededor. Si ya abrimos la llave es muy difícil que se contenga! Si no me creen, les invito a ir a  mi escuelita un día de estos para que vean cómo hemos embellecido el lenguaje. 

En cualquier caso, creo que voy a intentar dejar las groserías para momentos de extrema necesidad (como golpes, llantas bajas, susto, emoción, enojo, frustración, extrema felicidad, extrañeza, etc.) y disminuirlas en el plano conversacional. Al final, eso me hace muy confiable ¿o no?

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...