jueves, 18 de agosto de 2011

Recorriendo el País de Manuelito...

Últimamente me ha sonado mucho en la cabeza el libro que leí en sexto año de escuela (ahora creo que se llama séptimo de básica) y se llamaba “El País de Manuelito”. Como soy una persona que cuida sus cosas, lo rescaté del librero y pienso darle una nueva leída porque de lo que recuerdo, Alfonso Barrera Valverde hace una bella descripción del país.

Como saben, me cambié nuevamente de escuelita. El programa parece hecho a mi medida, se llama “PITI” que en quichua significa fracción o pedazo pequeño. O sea, como yo, Fun Size. Este programa me ha permitido viajar por varias provincias de la Sierra y la Amazonía y creo que no hay nada más gratificante que ver que uno puede ser útil con la gente y aparte de todo eso, llevarse consigo unos paisajes hermosos.

También he vivido muchas aventuras y super divertidas. En el último viaje a la parroquia Nuevo Rocafuerte en el Cantón Aguarico y Provincia de Orellana, por ejemplo, tuvimos que hacer un viaje a lomo de culebra o mejor dicho, en lancha rápida. El viaje normalmente en la canoa de turno tiene una duración de doce horas (en serio, doce!) pero como fuimos con un conductor de la Armada, cuyo nombre protegido será “Rambo”, llegamos en menos de la mitad de tiempo.
Emprendimos un viaje de cinco horas en lancha, con una parada en Añangu para visitar a la comunidad y verificar los avances de los procesos. Simplemente espectacular. La siguiente fue una parada técnica en Pañacocha para almorzar porque las botanas que llevé se agotaron inmediatamente. El menú: Arroz con huevo sin yema, menestra de lenteja y un jugo de dudosa procedencia. Pero como dicen que para el hambre no hay pan malo, nos volteamos el plato entero.

Ese día teníamos una temperatura de casi 30 grados centígrados y, por la falta de lluvia, el río estaba bastante seco. Algunos estábamos dormidos o cabeceando al puro estilo de viaje en bus interprovincial, de pronto, un sonido en la hélice de la lancha me despertó y descubrí que nos quedamos varados. El conductor, alias Rambo, se bajó a empujar pero por más fuerte que fuese, no podía cargar con el peso de 7 burócratas.

De modo que nos tocó arremangarnos las bastas del pantalón y “al agua pato”. Empujamos y empujamos y empujamos la lancha hasta que alcanzó un sitio más hondo y pudo arrancar, la historia se repitió tres veces! Llegamos mojados, cansados y apestosos a buscar hotel en Nuevo Rocafuerte. Pero todo fue compensado con una tilapia frita con yuca. Delicioso!
Al día siguiente, teníamos que volver a Coca para tomar el avión. No obstante, cayó un aguacero torrencial que, incluso a Rambo, lo desubicó de su ruta y nos perdimos por un momento. Almorzamos las provisiones de emergencia que consistían en galletas y atún. Las olas que se formaron nos mojaron hasta la conciencia y el aguacero no cedió sino hasta veinte minutos antes de llegar al aeropuerto. Salimos corriendo del puerto, tomamos un taxi y al llegar, vimos cómo nuestro avión encendía los motores. Habíamos perdido el vuelo!

A la mañana siguiente, esperábamos con ansias volver a la ciudad porque la ropa se mojó en el río y todo lo que habíamos empacado estaba sucio. No obstante, el cielo de Coca no nos dejaba salir. Pasamos seis horas en el aeropuerto hasta que nos pudimos embarcar. Pero saben una cosa… Yo lo haría mil veces más… 

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...