lunes, 8 de octubre de 2012

Ese primordial metro cuadrado..


Para mí la expresión “No hay lugar como el hogar” tiene más de un significado y uno de ellos, quizá el más – como decirlo sin que suene exagerado – indispensable de ellos tiene que ver con un lugar particular del hogar: El baño! Este es un tema que a todos les pasa pero casi nadie lo toca, sin embargo, las bromas escatológicas nunca pasan de moda.

Tengo que reconocer que si hay algo que envidiar a los hombres es su habilidad para orinar de pie y convertir cualquier árbol en retrete. Alguien me dijo alguna vez: “Eso solo puede significar que se han adelantado varios años en la evolución”, probablemente tengan razón porque en mi caso han pasado décadas y yo no consigo aprender la técnica del “arbusto” sin tener daños colaterales. Por este motivo, no puedo ni libar tranquilamente en una vereda sin tener que salir corriendo a la primera señal de emergencia y hacer largas filas en los baños públicos para mujeres (Los motivos requerirán todo un blog para ser explicados).

Y eso es solamente en el caso número 1, en el caso número 2 la cosa es absolutamente más compleja pues requiere un mayor cuidado y atención ya que no es que todas las casas y oficinas carezcan de baño, la cuestión es que, como en toda situación, uno no puede poner las sentaderas donde quiera y debe asegurarse de no afectar el entorno y de tener todos los implementos a la mano porque puede que se encuentre en una escena de publicidad para papel higiénico que nadie, es decir, NADIE quiere vivir.

Por otro lado, debemos reconocer que este metro cuadrado es uno de los pocos espacios de privacidad que podemos encontrar y es el epicentro del nacimiento de muchas grandes ideas. (¿Será acaso que despejamos la mente en el proceso?). Y no solo eso, además, hay quienes no desaprovechan esos momentos de comodidad y desahogo para escribir poemas de amor en las paredes o responder mensajes, mails, tweets y hubo un tiempo en el que hasta se jugaba Draw Some en el celular…Pero eso sí, antes de hacer una llamada, por favor, no olviden lavarse bien las manos.

jueves, 4 de octubre de 2012

Desempolvando la mochila y la lonchera..


Cuando me han preguntado ¿Por qué no puedo ser una niña normal?, nunca he logrado descifrar ni siquiera la pregunta y mucho menos he podido articular una respuesta. Las circunstancias en las cuales me han preguntado eso son diversas pero en este caso me refiero al tema de la escuelita (ahora sí me refiero a una escuelita con pupitres, mochila, profesores y cuadernos aunque sin lonchera).

Recuerdo que cuando era chiquita (más chiquita) y amanecía enferma, hacía unos tremendos berrinches para que mi mami me mande a la escuela, le juraba que me iba a poner bien a lo largo del día pero que me deje ir a clases porque no me gustaba quedarme en casa a ver televisión. Algunos pensarían que ése era un defecto que se me quitaría con el tiempo pero no! 

En el colegio jamás me quedé a supletorios, para los exámenes de grado me recluí en casa dos semanas de absoluto estudio, en la universidad mis compañeros me exigían que haga la letra más grande para que puedan sacar copias del cuaderno. Pero definitivamente no hablamos de un problema congénito sino más bien de esos casos raros que aparecen en las familias. 

Pero en serio, no piensen que mi vida es solamente libros (y margaritas), de hecho, tiendo a ser un poquito relajosa en clases y casi nada amiguera, entonces mi tiempo en la universidad transcurre rápida y amenamente. Por eso ahora, luego de tres años de no pisar un aula de clases, regresé a un pupitre y  durante la primera semana de clases ya me convertí en la presidenta del curso.

La verdad, esta semana ha tenido de todo un poco: Un primer día en el que llegué a clases en una moto para evitar el atraso pero sin poder evadir el aguacero, lo cual me dejó casi lista para un concurso de camisetas mojadas. Un segundo día con un profe con una voz en decrescendo que de cuando en cuando se convierte en un suave arrullo y se confunde con la melodía de los aguaceros quiteños. Por último, un tercer día con un profesor que terminó sus horas de clase retorciéndose del dolor de panza pero sin perder el hilo de la clase ni el sentido del humor. 

Apenas es el inicio en la escuelita pero me siento contenta y emocionada. Trato de organizar mi tiempo entre los roles de funcionaria pública, estudiante y esposa para rendir bien en todos ellos y aunque los ánimos están intactos, este cuerpito latino  ya está medio abolladito. 

Empiezo un nuevo camino, un nuevo reto y seguramente un montón de nuevas aventuras que les contaré como siempre, en el Ani Mini Mundo.

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...