domingo, 12 de febrero de 2012

De carroza a calabaza...

Hace tiempo que he abandonado mi blog y he dejado de contar historias divertidas de mis fascinantes viajes por el país de Manuelito. Sin embargo, no ha sido por falta de ganas de escribir sino porque ahora me encuentro viviendo una novela más enredada que María la del Barrio y Carita Sucia juntas.

Al parecer mi trabajo era demasiado bello para ser verdad o, como diría el cuento de la Cenicienta, llegaron las doce de la noche y mi carruaje se convirtió en una calabaza. Pero esta situación me ha hecho reflexionar y entender que realmente hay gente que cada día se mira al espejo y no puede ni con su propia existencia. Es por ello, que no tienen más alternativa que hacer miserable la vida de los demás.

Hasta el mes de diciembre todo era felicidad, Gorilón[1] molestaba lo básico y yo le mataba con la indiferencia, no me importaba que se haga el manicure en horario de trabajo aunque sí tenía serios conflictos cuando sacaba turno para el pedicure. Sin embargo, desde enero empezaron los problemas. El hermoso departamento de Recursos Humanos[2] decidió unilateralemente que en mi escuelita solo se necesitan Arquitectos e Ingenieros y que los Sociólogos no existimos. De modo que, lo más parecido es Trabajador Social. Siendo así, me bajaron el sueldo.

Esta noticia me molestó mucho ya que me habían promovido de cargo y bueno, empecé una larga peregrinación para que me solucionen mi caso, la cual terminó con una frustración más grande al recibir un argumento inapelable: “Su carrera no está en el manual de funciones!” El dinero no es todo en la vida, pero debo confesar que fue un golpe en el ego derecho, el cual no se borrará ni con “cicatricure”.

Esta situación se fue agravando por una serie de calumnias malintencionadas que fueron inventadas por gente desocupada e hizo que todo se me pusiera cuesta arriba. Mi escuelita es un espacio abierto para chismes de corredor, baño y patio. Los amoríos verídicos o inventados son cosas de todos los días y las vendettas personales son traducidas a asuntos institucionales que boicotean el trabajo diario.

Ahora tengo redactada mi carta de renuncia con la fecha en blanco y solo basta romper el vidrio en caso de emergencia para presentarla al Gran Jefe Pluma Blanca. La escribí con más sentimiento que un novio despechado, tiene una gran carga de pena puesto que por un momento pensé que había encontrado mi trabajo ideal pero no consideré los factores externos. Ahora tengo que caminar nuevamente con mi CV bajo el brazo y golpear algunas puertas nuevas porque no hay nada peor que estar en un lugar donde a uno no lo quieren aquellas personas que ingresaron a la burocracia con un excelente padrino, un sueldazo y cero ganas de poner el hombro para emprender nuevos proyectos y trabajar por la gente. 

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...