El día que me iban a inducir el parto, nos levantamos y nos encomendamos a Dios, nos preparamos, llevamos a Juan José a la guardería y fuimos al hospital. El médico me había mandado a tomar una pastilla que facilitaría las cosas y yo seguí las instrucciones al pie de la letra.
Nos instalamos en la habitación a ver el partido Polonia - Senegal, intercambiando comentarios respecto al fracaso de la "polla mundialista" y pidiendo a mi mami que traiga algo de comida de contrabando. Con el pasar del tiempo, empezaron las molestias y las contracciones pero como no era mi primer bebé, pensé que esto sería más fácil y menos doloroso. (Spoiler alert: No lo fue!)
A medio día, empecé a darme de botes en la habitación porque el dolor se volvió más intenso. Recordé todos esos videos de mujeres que empiezan a bailar mientras están en labor de parto pero yo no podía ni levantarme, así que las odié. Pasada la 1 de la tarde sentí que me llevaba la huesuda! Los doctores aseguraban que todavía no era tiempo y que deberíamos esperar unas horas. (Spoiler alert: Ya era tiempo!)


Afortunadamente, la contuve lo necesario para que su papá pueda verla nacer y tomarla en brazos para amarla toda la vida. Desde ese día de junio nuestra familia, al fin, estuvo completa.
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