viernes, 8 de julio de 2011

Hablando de fantasmas..


Mi nueva escuelita está creciendo y al parecer, ya no hay cama para tanta gente. Por ese motivo, con mi equipo, tuvimos que mudarnos a la casita contigua. Es una casa patrimonial, de aquellas en las que seguramente vivieron nuestros abuelitos o los abuelitos de nuestros abuelitos. 

Tiene una puerta de 20 centímetros de grosor y pesa como una tonelada, la llave puede ser usada también como un arma de defensa personal. Tiene dos pisos, en la planta baja funciona una biblioteca y hay un piano antiguo que hace juego con la decoración. Las gradas son la cosa más tétrica que haya conocido, basta empezar a subir o bajar para sentir un crujido escalofriante bajo los pies. 

En vista del estado de emergencia por el que atravesamos durante todo el mes de mayo, tuvimos que trabajar hasta altas horas de la noche. Al principio, era divertido porque entre bromas y risas, el tiempo pasaba volando. Sin embargo, un día me tocó quedarme sola en mi nuevo curul, terminando un "deber" super largo y tedioso. Cuando mi último compañero se fue a su casa, yo bajé a cerrar la puerta con llave, por motivos de seguridad. Al darme la vuelta sentí ese frío en la espalda, propio de la gente que está muerta de miedo. Volví a mi oficina, subí el volumen de la música, me conecté a twitter para sentirme acompañada y seguí con mi trabajo. 

Minutos más tarde, se fue el internet en la oficina y empecé a oír pasos en la planta baja. Ahí es el momento en que racionalmente uno se convence que solamente son alucinaciones y que no hay que darles importancia. Sin embargo, las “alucinaciones” empezaron a hacerse más reales y más cercanas porque ya estaban en el descanso de las gradas. Segundos más tarde, los pasos estaban en el segundo piso y se acercaban peligrosamente a mi oficina. En ese momento sabía que gritar o correr, no me iba a ayudar así que empecé a pensar en un buen titular para el diario sensacionalista local y cerré con fuerza los ojitos. 

Resulta que era el guardia que había entrado porque la puerta estaba mal cerrada (yo podría jurar que cerré con llave) y que me echaba de la escuelita porque ya era demasiado tarde. El pobre hombre no entendió por qué le quedé mirando con cara de asesina en serie ni tampoco pude explicar por qué estaba tan pálida y me sudaban las manos. En ese momento entendí que me sería imposible continuar trabajando, así que guardé el documento en mi flash memory y volé a mi casa.

La mente es la herramienta más poderosa que tengo.. Y a veces me juega malas pasadas..  Pero creo que aprendí a no burlarme más de los "cuquines"..

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