Uno de aquellos días en los que una mala coordinación y mi despiste tuvieron como resultado que me quede esperando aproximadamente media hora en una esquina de mi bella ciudad capital. Estaba en el sector de La Floresta, bien conocido por las delicias gastronómicas nocturnas, y me paré en una tienda a disfrutar papas fritas con coca – cola.
Un joven y su bebé llegaron a la misma tienda donde estaba y comentaron que un policía municipal había detenido su vehículo por el bien querido “Pico y Placa”. El joven contó también que el policía le había indicado que la multa era de $ 90 pero si quería, podía dejarle parquear el auto por $ 40 hasta que fueran las 19h30 y pudiera circular nuevamente. Pensé que era un acto de corrupción aislado, no le presté mayor importancia y sin importar la pinta de oficinista, me senté en la vereda a ver la gente pasar.
Luego llegaron dos Policías Metropolitanos en una motocicleta y, minutos después, los alcanzó una señora de condición humilde con los ojos llenos de lágrimas. Hablaron un buen rato hasta que llegaron a un acuerdo. Los policías tendrían la amabilidad de esperar hasta que esta mujer fuera al banco, sacara el dinero y se los entregara para no llevarse el auto por el “Pico y Placa”.
Y para ponerle la cereza al postre, llegó una camioneta escoltada por un policía metropolitano. La historia fue la misma. Los tres policías se reunieron, entraron a la tienda a comprar chicles y posteriormente se retiraron uno por uno.
Todo ese espectáculo ocurrió frente a mis ojos en menos de treinta minutos. Tenía tantas ganas de levantarme a discutir y denunciar pero llegué a la conclusión de que la gente prefiere entregarle su dinero a los policías para que lo gasten en comida, ropa, trago, mujeres o lo que sea y no entregárselo a la administración municipal.
Es triste descubrir que se ha deslegitimado tanto la gestión de la alcaldía y de toda la función pública. Haré un post al respecto.
Un joven y su bebé llegaron a la misma tienda donde estaba y comentaron que un policía municipal había detenido su vehículo por el bien querido “Pico y Placa”. El joven contó también que el policía le había indicado que la multa era de $ 90 pero si quería, podía dejarle parquear el auto por $ 40 hasta que fueran las 19h30 y pudiera circular nuevamente. Pensé que era un acto de corrupción aislado, no le presté mayor importancia y sin importar la pinta de oficinista, me senté en la vereda a ver la gente pasar.
Luego llegaron dos Policías Metropolitanos en una motocicleta y, minutos después, los alcanzó una señora de condición humilde con los ojos llenos de lágrimas. Hablaron un buen rato hasta que llegaron a un acuerdo. Los policías tendrían la amabilidad de esperar hasta que esta mujer fuera al banco, sacara el dinero y se los entregara para no llevarse el auto por el “Pico y Placa”.
Y para ponerle la cereza al postre, llegó una camioneta escoltada por un policía metropolitano. La historia fue la misma. Los tres policías se reunieron, entraron a la tienda a comprar chicles y posteriormente se retiraron uno por uno.
Todo ese espectáculo ocurrió frente a mis ojos en menos de treinta minutos. Tenía tantas ganas de levantarme a discutir y denunciar pero llegué a la conclusión de que la gente prefiere entregarle su dinero a los policías para que lo gasten en comida, ropa, trago, mujeres o lo que sea y no entregárselo a la administración municipal.
Es triste descubrir que se ha deslegitimado tanto la gestión de la alcaldía y de toda la función pública. Haré un post al respecto.
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