Públicamente he dicho que al ecuatoriano promedio le encanta el trago. Así a primera vista muchas personas pueden pensar que exagero pero tengo una serie de motivos por los cuales defiendo esta tesis. La primera y, para mí, la más contundente es que a muchos de nosotros nos amamantaron con Julio Jaramillo. Y esas canciones como “El día en que me faltes me arrancaré la vida” o “Si tu mueres primero, yo te prometo que escribiré la historia de nuestro amor con toda el alma llena de sentimiento, la escribiré con sangre con tinta sangre del corazón” definitivamente nos arruinaron la psiquis y nos pusieron un modo sufridor por default. Aunque personalmente prefiero ser de la generación que se crió con J. Jaramillo y no con J. Bieber.
Nuestro país se caracteriza por una gran variedad gastronómica pero también por una diversidad de bebidas con contenido alcohólico que muestran la creatividad de las personas (Trópico con Fresco Solo). Por ejemplo, mi tierra (Ibarra) se caracteriza por sus deliciosos helados de paila y el incomparable Norteño que, pensando en su público, lanzó una presentación en sachet, la cual es muy útil para ingresarla clandestinamente en estadios, coliseos y cualquier tipo de eventos sociales. En Guaranda está el clásico Pájaro Azul, en Cuenca el buen Zhumir con diversidad de presentaciones y sabores, en Manabí tenemos la Caña Manabita, en Esmeraldas nos deleitamos con Pedrito Coco y así puedo seguir enumerando el puro sabor nacional.
En el Ecuador cualquier pretexto es bueno para alzar una copa. Primero tenemos la infaltable cerveza helada que acompaña y ameniza los partidos de fútbol, las fiestas religiosas en donde lo que más hay es comida y trago, están las grandes y felices ocasiones que ameritan el descorche de una botella de Champagne Grand Duval y, por último, quién no ha sentido esa sed de “agua loca” cuando le han destrozado el corazón o simplemente se jaló en un examen. Además, como dicen por ahí, “mientras más prohibido, más rico” pues no hay nada más excitante para los ecuatorianos que violar la ley seca tanto por las ganas de brindar con los panas como por la adrenalina que causa el conseguir clandestinamente una botella del buen Zhumir o Norteño a la vecina de la esquina que hace las veces del Barón de la Cerveza.
Son esas veces que tenemos que pasar por un tratamiento médico o estamos de conductores d(r)esignados y no podemos unirnos a la fiesta porque tenemos que beber únicamente un “virgen cuba libre”, cuando nos damos cuenta de lo borracha que es esta sociedad y miramos con ojos inquisidores a los demás… Pero, no mintamos, todos hemos caído y nos hemos abrazado, hablando de la amistad... Es así como el alcohol funciona como uno de los más efectivos lubricantes sociales.
Nuestro país se caracteriza por una gran variedad gastronómica pero también por una diversidad de bebidas con contenido alcohólico que muestran la creatividad de las personas (Trópico con Fresco Solo). Por ejemplo, mi tierra (Ibarra) se caracteriza por sus deliciosos helados de paila y el incomparable Norteño que, pensando en su público, lanzó una presentación en sachet, la cual es muy útil para ingresarla clandestinamente en estadios, coliseos y cualquier tipo de eventos sociales. En Guaranda está el clásico Pájaro Azul, en Cuenca el buen Zhumir con diversidad de presentaciones y sabores, en Manabí tenemos la Caña Manabita, en Esmeraldas nos deleitamos con Pedrito Coco y así puedo seguir enumerando el puro sabor nacional.
En el Ecuador cualquier pretexto es bueno para alzar una copa. Primero tenemos la infaltable cerveza helada que acompaña y ameniza los partidos de fútbol, las fiestas religiosas en donde lo que más hay es comida y trago, están las grandes y felices ocasiones que ameritan el descorche de una botella de Champagne Grand Duval y, por último, quién no ha sentido esa sed de “agua loca” cuando le han destrozado el corazón o simplemente se jaló en un examen. Además, como dicen por ahí, “mientras más prohibido, más rico” pues no hay nada más excitante para los ecuatorianos que violar la ley seca tanto por las ganas de brindar con los panas como por la adrenalina que causa el conseguir clandestinamente una botella del buen Zhumir o Norteño a la vecina de la esquina que hace las veces del Barón de la Cerveza.
Son esas veces que tenemos que pasar por un tratamiento médico o estamos de conductores d(r)esignados y no podemos unirnos a la fiesta porque tenemos que beber únicamente un “virgen cuba libre”, cuando nos damos cuenta de lo borracha que es esta sociedad y miramos con ojos inquisidores a los demás… Pero, no mintamos, todos hemos caído y nos hemos abrazado, hablando de la amistad... Es así como el alcohol funciona como uno de los más efectivos lubricantes sociales.
Sabroso!!! llegas al éxtasis de hacer lo prohibido, de decir lo que no se debe, de contar más de una vez una experiencia que no se olvida en toda la vida, de ser una "subnormal bipolar" que pasa de llorar por los amores no correspondidos a reír porque ¡ay..... que bonita es esta vida! y al final tendrás siempre un sabor dulce, amargo o simplemente un chuchaki moral por las acciones cometidas pero definitivamente tendrás páginas de gran contenido que escribir en el ¡Querido Diario!
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