martes, 15 de marzo de 2011

Adiós a mi escuelita fiscal, nocturna y rural


Finalmente, luego de dos años de pretender arduamente que trabajo en mi escuelita fiscal, nocturna y rural  me dieron el pase de año a segundo de básica en una nueva institución. La noticia del cambio a una Escuelita del Milenio obviamente me llenó de felicidad porque al fin voy a poner en práctica mi profesión, la cual amo profundamente.

El día previo a la entrevista tuve que pensar dos horas en que vestiría para mi aplicación, luego de ello tuve que planchar la ropa que decidí usar. Me puse una falda (sin relación alguna con el post anterior sobre El poder de una falda sino solo por el simple hecho de sentirme formal), me planché también el cabello, me maquillé y con los lentes... Tenía pinta de vendedora de enciclopedias, solo me faltaba el maletín.

Me escapé de la escuelita fiscal, nocturna y rural con el pretexto de ir al banco porque no podía decirle a la señora directora que estaba por desertar. Tomé un taxi para la Escuelita del Milenio donde me esperaba mi nuevo y futuro señor director. Mientras recorría las calles capitalinas o al menos estaba enredada en el tráfico que suele colapsar especialmente cuando uno más apuro tiene (Gracias Murphy por eso) me repetía la consigna para la entrevista. Habrá quienes piensen que yo me mentalizaba cosas así como esos libros de autoayuda de “El Secreto y el poder de atracción” pero la verdad fue la misma que utilicé para mi defensa de tesis: “Vamos tonta pero segura” y así fue.

Sin duda, esta experiencia – como todas – no estuvo exenta de complicaciones que incluyen el fugarme de clases para poder acudir a las entrevistas de trabajo o toda una odisea en varias instituciones gubernamentales para conseguir una lista de papeles y documentos más grande que mi última carta a Papá Noel pero con una presión extra... Debía entregar los papeles esa misma tarde. y me informaron al la 1 pm.. Afortunadamente conté con el apoyo familiar y juntos recorrimos varias dependencias, distribuimos actividades, nos indignamos con la incompetencia de algunos funcionarios de algunas de ellas pero a las 4 pm tenía hasta la foto de carné.

Una vez concluido este trámite, tenía que iniciar el siguiente: La renuncia formal. Creo que soy una persona mal diseñada para las despedidas porque para mí no hay cosa más triste que decir “Hasta luego” a un amigo., especialmente a esos compañeros de trabajo que se vuelven amigos ya sea por afinidad o porque son los que tienen que agantarse mutuamente, al menos, ocho horas diarias y cinco días a la semana. Yo estoy segura que si mi mamá tuviera que hacer eso, me hubiera despedido hace rato.

La renuncia plasmó mi agradecimiento por todo lo aprendido y por el cariño recibido. Efectivamente, no estuvo exenta de lágrimas y abrazos porque como lo he dicho siempre... Yo también tengo mi corazoncito. Todos mis tereques cupieron en una caja de impresora que hurté de la oficina (la caja, no la impresora), en mi flash entraron los pocos archivos personales que tenía en la PC que tantas veces me perdió documentos y me sirvió para twittear sin miedo y, a la mano, me llevé la cobija térmica que había usado en horas de frío. 
 
Ahora empieza una nueva aventura, estoy poniéndole ganas y mucho empeño pero reconozco que una de las cosas más tediosas y que seguramente me tomará tiempo acostumbrarme es el vestirme almidonada. y usar tacones altos. Extraño tanto mi estilo zarrapastroso habitual... pero quizá sea parte de crecer...

2 comentarios:

  1. Suerte en tu nueva vida señorita, y por supuesto, es necesario decirlo, fue un gusto haberte conocido...
    ¡Salud! Por los días que vendrán...

    ResponderEliminar
  2. Pero si han estado toditos acá también
    al menos ya no has de gastar luz vestida de Lady
    tous les jours

    suerte ahí Ani y asomaráf a almorzar algun ratin

    ResponderEliminar

¿No será hambre?

 Hace unos días vi un meme que me recordó a un episodio que viví hace como cinco años y es una historia que todavía me sonroja cada vez que ...