Alguien una vez me dijo que el transporte público tiene una onda chévere y hasta medio romántica como de cuento, a lo que yo respondí que si quiere como referencia un cuento, más bien me recuerda a la Cenicienta, al momento en el que la carroza de cristal se convierte en calabaza. Y no es que quiera parecer presumida, solo que nunca me ha gustado el transporte público, especialmente el de la ciudad de Quito. Soy más bien del tipo de persona que prefiere ponerse tenis y salir a caminar porque es una buena manera de entrar en contacto con mis voces interiores. Sin embargo, ahora que voy a la nueva escuelita, no puedo usar tenis y tampoco me queda cerca de mi casa – no ingresé en la zonificación escolar para este año lectivo – por lo que me he visto obligada a subirme al sistema trolebús.
Pero quiero aclarar que no es aberración al transporte público per se, es solo que durante todos mis estudios secundarios tuve que tomar diariamente buses y de esos que hacen carreras entre ellos, en los que cuando están llenos te obligan a subirte en el tubo de escape y agacharte cuando hay control de la policía. No importaba si llovía o hacía frío, cada día, a las 5:55 de la mañana, tenía que salir de mi casa con una mochila que parecía departamento, pararme en la esquina y esperar que un bus pase. Cabe mencionar que estudiaba en colegio de monjas y mi uniforme consistía en una bella falda plisada de color azul, blusa blanca, saco azul, medias de futbolista (blancas hasta la rodilla, con dos líneas azules en la parte superior), mocasines negros y un bello babero (o gola, pero para el caso, es igual).
Como siempre, en mi vida, me han pasado algunas historias. Por ejemplo, cuando otra escuelita fiscal nos invitó a participar de la “Pausa activa” (Tengo que hacer un post sobre ello). Un profe de educación física vino a mi escuelita a enseñarnos algunos ejercicios de relajación para no morir jóvenes ni frente a la computadora del trabajo. Ese día, al fin, pude usar tenis, jean, la camiseta de mi equipo favorito y un par de cachitos en el cabello. Salía de mi casa, para cumplir mi rutina diaria y me topo con la novedad que están cerradas las calles, había caos vehicular y lo peor de todo: No había sistema de transporte público. Aproveché que tenía zapatos deportivos y caminé seis cuadras hasta la siguiente parada, solo para enterarme que tendría que caminar, al menos ocho más, para conseguir un trolebús.
Bajo la lluvia, tenía que esperar un taxi, las bastas del jean estaban mojadas hasta la rodilla y los zapatos deportivos blancos se habían tornado grises. Una joven, a mi lado, también intentaba conseguir un taxi lo cual ponía en riesgo que podamos movilizarnos porque sería ella o yo. Así que con una sonrisa amable y una mirada de inocencia (propia en mí) le pregunté hacia dónde se dirigía y si deseaba tomar un taxi conmigo, ella aceptó y conseguimos movilizarnos sin más contratiempos. Además, fue bueno interactuar un poco de camino a la oficina.
Ese día llegué a tiempo a la escuelita, aunque la persona que tenía la llave estaba atrancada en el tráfico y aún no llegaba. Sentados todos los compañeritos en las escaleras, tuvimos un tiempo ameno de socialización…
Después de todo, sonríe Ecuador! Todavía queda gente amable!
Pero quiero aclarar que no es aberración al transporte público per se, es solo que durante todos mis estudios secundarios tuve que tomar diariamente buses y de esos que hacen carreras entre ellos, en los que cuando están llenos te obligan a subirte en el tubo de escape y agacharte cuando hay control de la policía. No importaba si llovía o hacía frío, cada día, a las 5:55 de la mañana, tenía que salir de mi casa con una mochila que parecía departamento, pararme en la esquina y esperar que un bus pase. Cabe mencionar que estudiaba en colegio de monjas y mi uniforme consistía en una bella falda plisada de color azul, blusa blanca, saco azul, medias de futbolista (blancas hasta la rodilla, con dos líneas azules en la parte superior), mocasines negros y un bello babero (o gola, pero para el caso, es igual).
Como siempre, en mi vida, me han pasado algunas historias. Por ejemplo, cuando otra escuelita fiscal nos invitó a participar de la “Pausa activa” (Tengo que hacer un post sobre ello). Un profe de educación física vino a mi escuelita a enseñarnos algunos ejercicios de relajación para no morir jóvenes ni frente a la computadora del trabajo. Ese día, al fin, pude usar tenis, jean, la camiseta de mi equipo favorito y un par de cachitos en el cabello. Salía de mi casa, para cumplir mi rutina diaria y me topo con la novedad que están cerradas las calles, había caos vehicular y lo peor de todo: No había sistema de transporte público. Aproveché que tenía zapatos deportivos y caminé seis cuadras hasta la siguiente parada, solo para enterarme que tendría que caminar, al menos ocho más, para conseguir un trolebús.
Bajo la lluvia, tenía que esperar un taxi, las bastas del jean estaban mojadas hasta la rodilla y los zapatos deportivos blancos se habían tornado grises. Una joven, a mi lado, también intentaba conseguir un taxi lo cual ponía en riesgo que podamos movilizarnos porque sería ella o yo. Así que con una sonrisa amable y una mirada de inocencia (propia en mí) le pregunté hacia dónde se dirigía y si deseaba tomar un taxi conmigo, ella aceptó y conseguimos movilizarnos sin más contratiempos. Además, fue bueno interactuar un poco de camino a la oficina.
Ese día llegué a tiempo a la escuelita, aunque la persona que tenía la llave estaba atrancada en el tráfico y aún no llegaba. Sentados todos los compañeritos en las escaleras, tuvimos un tiempo ameno de socialización…
Después de todo, sonríe Ecuador! Todavía queda gente amable!
Esta es un capitulo mas del cuento de nunca acabar del llamado o mal llamado trasnporte publico, en donde la protagonista( agraciada nina de contundentes cachitos),nos relata las peripecias que a diario tenemos que sortear los quitenos, chagras y en general los residentes de nuestra otrora franciscana ciudad. Ya asistiremos cada uno de nosotros a nuestra propia historia, siempre con la esperanza de salir bien librados como nuestra heroina en cuestion, con lo cual simplemente seremos cada uno de nosotros parte de este quito cotidiano que sobrevive aferrado a las eternas promesas de un futuro mejor.
ResponderEliminar@rokofuentes a los tiempos algo entretenido pa' leer en internet......
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