jueves, 30 de agosto de 2018

Nuevos miedos y un poco de culpa

Mi segundo embarazo ha sido un torbellino de emociones, esto se remonta al día en que recibí los resultados de la prueba de embarazo. No esperábamos esa noticia por temas laborales, familiares y personales. En fin, creía que no era el mejor momento. Inmediatamente, comencé a mortificarme por pensar así.

Todo el proceso fue durísimo porque tuve muchos estragos, tenía que atender a mi hijo de un año y poco quien todavía quería que mami le haga “upa”, esto terminó con mami hospitalizada un par de ocasiones. Recuerdo que estaba cansada todo el tiempo, no quería salir ni socializar, tampoco organicé el baby shower de María Emilia porque me ganó la fatiga, dejamos la decoración del cuarto para última hora y eran muy pocos los espacios que tenía para hablar con ella en mi pancita.

Juan José, por otro lado, empezó a sentir las consecuencias del cansancio y ansiedad de sus papis. A saltos y brincos ingresó a la guardería (antes de lo que habíamos planificado) para que tenga oportunidad de socializar con otros niños antes de la llegada de su hermanita. Le costó mucho adaptarse porque pasó de ser el “centro del universo”, mimado y consentido por todos, a ser un niño más de la lista.

Lastimosamente, mi pequeña se nos enfermó al mes de nacida y tuvimos que estar unos días en el hospital, al parecer, Juan José le había contagiado el resfriado y teníamos que mantenerlos separados. Él enfrentó un nuevo cambio, salió de la guardería y empezó a pasar el día entero donde sus abuelos mientras que María Emilia pasa conmigo. Yo me volví obsesiva con los gérmenes, me llené de nuevos miedos y siento que relegué mucho a mi pequeño.

María Emilia se ha convertido en una adorable intrusa para su hermano ya que ella le roba la atención de sus papás, pasa mucho en los brazos de mami y todos se preocupan cada vez que llora… y llora a cada rato! Además, le parece una niña aburrida porque no juega con él, no coge los juguetes que le presta y tampoco le responde cuando le habla. No importa lo que hiciéramos para pasar tiempo con él, ya nada volvería a ser como antes.


En fin, creo que la maternidad es un aprendizaje constante y siempre sentiremos que podemos hacer más por nuestros hijos. Estoy muy agradecida por la paciencia de mi compañero de aventuras porque este viaje me resulta impensable sin su apoyo. 

lunes, 28 de agosto de 2017

Quiero decirte que no estás sola...



Hace tiempo yo monitoreaba medios de comunicación y por mucho tiempo mi psiquis se vio afectada por la crónica roja. Las violaciones hacían parte recurrente de la sección judicial y, dependiendo la víctima, a veces eran solo notas para llenar la página. Lo triste es que nunca pasaba de ser una historia que moría al cerrar el diario. Al día siguiente aparecería otra. 

Hay ocasiones en que las personas involucradas no pertenecen a los barrios suburbanos y, por ello, tienen mayor repercusión en redes, medios y hasta se organizan manifestaciones públicas de apoyo. Y hay personas que prefieren callar. No tenemos idea del número de duros silencios que se viven. 

Cómo denunciar un acto si la víctima será culpabilizada por estar bajo efectos del alcohol, por dejar entrar al agresor a su casa, por vestirse y bailar de una manera provocativa, porque no pudo ejercer la soberanía sobre su propio cuerpo.

Cómo denunciar si no puede soportar la vergüenza. Cómo denunciar si ya es duro sentir las miradas de reproche y lástima de las personas de los presentes. Cómo denunciar si no recuerda lo que ocurrió. Cómo denunciar cuando traicionaron tu confianza.

Y así, cada mañana abre los ojos pensando que solamente fue un mal sueño y que seguramente ya despertará. Se mete a la ducha tratando de que el agua que corre limpie su cuerpo… pero hay una mancha que no se quita. Llega al trabajo y busca bloquear sus pensamientos con las actividades diarias, tratando de dilatar la jornada para no volver a casa y enfrentarse a sus demonios. 

Solo quiero decirte que no estás sola. Siempre hay alguien (tu familia, tus amigos) para ayudarte a recoger los pedazos de tu alma que se han roto. Tomando tu mano para despertar de ese sueño que no acaba. No hay motivos para esconderse bajo una roca pues no tienes por qué llevar tu rostro avergonzado. Solo el tiempo ayudará a sanar por dentro para tener el chance de amar(te) de nuevo.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Entre la violencia y la demencia...

Escribo a los tiempos para contarles una historia que, tristemente, es de la vida misma. Ayer volvíamos a casa con mis dos Pochos (papá e hijo), eran las 19h30 más o menos y el gordo estaba molesto porque le habíamos cortado el pelo (cosa que detesta) y ya era su hora de comida. 

En media calle había un grand cherokee parado y dos hombres conversaban cómodamente. Mi esposo hizo luces pero no se inmutaron, pitó ligeramente y el tipo que estaba parado hizo una pose para evidenciar que estaba muy a gusto. Me bajé del auto y les pedí que, por favor, se movieran porque tenemos un bebé. Les valió madres. Mi esposo se enojó y pitó con fuerza, entonces los tipos se bajaron del vehículo a intimidarnos. No les importó que el bebé lloraba desesperadamente porque se asusta con los gritos. 

Como había pasado algún tiempo, se formó una fila en la calle y varios vehículos empezaron a pitar y, por presión social, decidieron abrir el paso. Debo confesar que mi esposo y yo tuvimos la misma reacción: bajar la ventanilla y gritarles, él les dijo imbéciles y yo les menté a la madre. Ante eso, nos lanzaron una botella de vidrio que se estampó en la parte posterior del auto. 

Hasta ahí, uno pensaría que llega al límite de la locura. 

No conforme con esto, el conductor del vehículo invadió el carril de zona azul, se paró transversalmente para impedirnos el paso mientras que su copiloto se acercó caminando a golpear el vehículo con sus manos. Cambió el semáforo y con una maniobra logramos salir y continuar pero no contábamos con que nos iban a seguir hasta la casa. Cuando entramos al parqueadero, nos gritaron e insultaron. Resta anotar que el pobre Juanjo estaba al borde de la alferecía. 

Hasta ahí, uno pensaría que esta situación ya es de locos. 

Hubiera querido que las cosas acabasen ahí pero no! Cuando parqueamos el auto, el guardia del edificio bajó a indicarnos que un hombre (este hombre) estaba en la puerta pidiendo que salgamos (para qué? no sé!). Le pedimos que les despache y que, por favor, llamara a la policía. Frente a nuestra negativa, el hombre amenazó con hacernos daño y que como ya conocen nuestra casa debemos tener cuidado porque van a estar rondando por ahí. No le importó, en absoluto, que las cámaras del edificio registren toda la escena. 

Hasta ahí, definitivamente nos encontramos con la demencia. 

Esperemos que la historia termine aquí, pese a que tenemos placas y videos no tenemos la confianza para iniciar un proceso judicial. Quisiera saber en qué momento nos volvimos - todos - tan violentos, tan intolerantes y tan dueños únicos de la razón. Los muy intocables. A veces le veo a mi hijo y me da temor porque el mundo al que le hemos traído me llena de decepción y desesperanza pero su sonrisa, su mirada inquieta y curiosa me impiden perder mi fe en la humanidad. 

La moraleja de esta historia, eso es que los padres tenemos el deber moral de formar mejores personas que nosotros. (Sí, eso implica no bajar la ventanilla a mentarle a la madre de nadie, no importa cuán imbécil sea). 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Bienvenido el tercer piso!

(Un post con muchas, muchas, muchas fotos!)

Hace una década me era impensable la idea de llegar a los treinta. Lo veía tan lejano, casi como el final de la vida. Así es uno de joven!


Tengo que confesar que no estoy donde soñaba estar. Pensé que al graduarme iba a estudiar mi maestría fuera del país y empezaría a recorrer el mundo con una mochila en la espalda. Alemania era un país donde aspiraba comenzar esta aventura. Matrimonio y familia nunca estuvieron en el mapa. Hasta que, claro, una se topa con el amor de su vida y lo cambia todo!

A los 25 años me casé y dejé de soñar sola. Empezamos a hacer planes para visitar el mundo, tomados de la mano. Llegamos a Europa, visitamos Alemania y vivimos el Oktober Fest. Estudié mi maestría (a 8 cuadras de mi casa) y mi tesis fue dedicada a los dos hombres a quienes más amo en el mundo. Celebré mi cumpleaños 29 en el hospital por amenaza de parto prematuro pero todo salió bien y Juan José nació a tiempo, sano y lindo (en la medida de lo que se puede con los guaguas recién nacidos).


En el trayecto, he conocido a grandes personas. He ido des-cubriendo amigos, unos se han instalado para quedarse mientras otros se han marchado. Es fantástico regresar a ver y encontrar ahí, incondicionalmente a la familia. Esa familia propia y la que llaman política pero que es la familia compartida. Han sido mi roca (y mi fuente de mimos) en los momentos de debilidad.


En lo laboral puedo decir que he tenido muchas experiencias que el currículum jamás podrá expresarlas. He tenido buenos jefes y dos jefas admirables, un ejemplo para mí. Los retos han sido un fantástico aprendizaje y aunque el cansancio me gana a veces porque es duro conjugar trabajo con el tiempo para mi hijo. Pero mi profesión es un arista importante en mi vida, eso sí, su prioridad está por debajo de mi familia.

Qué siento? Extraño mucho mi vida social! A mis 28 estaba celebrando mi cumpleaños con una chiva que terminó en farra hasta el amanecer. Esta vez, quisiera salir a un concierto de la Sinfónica o a cenar con el hubby pero mi corazón se parte con la sola idea de contratar una niñera.


Sé que el tiempo seguirá pasando y lo veré reflejado en los cumpleaños de mi hijo que serán más importantes que los 25 de noviembre. Sé que mi esposo, en su afán de engreírme siempre (y su infinito amor que me demuestra hasta en mis ratos de mal humor) no parará de ayudarme a cumplir mis sueños de viajar, crecer profesionalmente aunque, a partir de ahora, eso implique cargar la pañalera.

Con todo esto, solo puedo decir... Gracias vida por tanto! Y... bienvenidos los treinta!

jueves, 20 de octubre de 2016

Ni una menos


Este país está lleno de personas que están en contra de los que están en contra y en contra de los que están a favor... Siempre hay debates tan profundos como lo pueden permitir 140 caracteres. Cuando salió a la luz la campaña #NiUnaMenos en conmemoración a una joven de 16 que fue brutalmente agredida y asesinada, apareció paralelamente la campaña #NadieMenos.


Antes de comenzar a explicar por qué apoyo totalmente a la campaña #NiUnaMenos, quisiera aclarar que defiendo el derecho a la vida ajena y a que cada quién haga de su vida lo que le convenga, mientras no afecte a los demás. La violencia de género es una realidad del día a día que forma parte de nuestra estructura mental por lo que ya las consideramos consideramos normales, o incluso, "halagos". La violencia de género no es solamente una estadística de asesinato ni se soluciona con que todos los discursos digan "todas y todos".

Quisiera contar mis experiencias como mujer respecto a la violencia de género que la he vivido desde chiquita (más chiquita).
  • La primera vez que me "mandaron mano" (quisiera decir que fue la única) tenía 14 años y estaba con el uniforme de mi colegio. Caminaba por la Alameda y un hombre me agarró el trasero, volteé a ver - muy confundida - y me guiñó el ojo y puso su dedo en su boca para que no hiciera escándalo. Me senté a llorar en la vereda. 
  • En la universidad las insinuaciones no faltaron. Misteriosamente me convertí en ayudante de algunos profesores y debía pedir a mis compañeros de clase que fueran conmigo a las reuniones porque me sentía inquieta yendo sola. 
  • Vengo de una familia donde todavía debía "pedir permiso" para salir y debía dar reporte completo de con quién y a qué hora regreso. Mi hermano, ocho años menor, no necesita cumplir todo este protocolo. 
  • Al salir a farrear con mis amigas, siempre había la elegida para que "nos cuide" por si nos excedíamos en tragos (estamos en todo nuestro derecho) que nadie se aproveche de la situación. 
  • Diez años atrás me juré que nunca iba a permitir a nadie manipularme para hacerme sentir culpable por celos enfermizos. Lo hice porque viví una relación así. Mi novio de entonces, me llamaba apenas salía de clases y hablaba conmigo por celular hasta que llegaba a casa, me llamaba al teléfono convencional para asegurarse que era verdad y luego podía seguir con su vida. Él me dejó. 
  • Luego, empezamos la vida laboral. Cuando fui a pedir mi primer trabajo en un call center, me pidieron presentar una prueba de embarazo como requisito para el puesto. No diré más al respecto. 
  • En uno de los empleos que más amé y al que entregué alma, corazón, tiempo y vida, el jefe de mi jefe corrió la bola que yo me quedaba hasta tarde "haciendo horas extras" con mi jefe, dañando la imagen de ambos. Nunca vio en mi una profesional ni mi trabajo ni tampoco el hecho que nunca cobré horas extras. Tuve que empezar a llevar trabajo a casa hasta que salí de esa institución porque no soportaba el acoso. 
  • En el siguiente empleo, tuve la oportunidad de un ascenso. Siempre quedó la duda de por qué ascendí, muchos dijeron que era por mi trasero. Al final, renuncié. 
  • A las reuniones de trabajo me gusta presentarme elegante y formal pero en más de una ocasión he sido recibida con "acho, quién manda esto", "así para recrear la vista" y miradas o acercamientos incómodos. A veces siento que ni siquiera prestan atención a lo que digo. 
  • Me casé a los 25 años y tuve las críticas por "sucumbir a las instituciones sociales tradicionales" (estuve en la Escuela de Sociología) pero también muchas felicitaciones porque me "hice" de un buen marido (es un buen marido, sin duda). 
  • Por último, cuando decidimos tener una familia tuve que enfrentarme al hecho de un cambio en mi vida personal y profesional. En lo personal, he llenado el blog de post. En lo profesional, ha sido difícil tratar de respetar los horarios de lactancia, negarme a hacer viajes que impliquen pernoctar fuera de casa, esconderme para sacarme la leche o hacerlo mientras almuerzo y llevarme trabajo para hacerlo una vez que he puesto a dormir al bebé. Afortunadamente mi jefa me apoya muchísimo y, al ser mujer, no existen rumores idiotas sobre por qué soy su favorita. 

Soy mujer, hija, esposa, madre, profesional... Y quiero tener el derecho de vivir plena y libremente sin temor a convertirme en una estadística más... Mientras las condiciones no cambien y sigamos viviendo la violencia en la cotidianidad, me adscribiré a las iniciativas que promueven la equidad. Así que #NiUnaMenos.


martes, 16 de agosto de 2016

Curioso elemento el tiempo...

Hasta hace poquito más de seis meses, contaba mi vida en semanas y las últimas 8 se convirtieron en eternas! Luego, empezamos a contar en meses y los tres primeros se diluyeron como hielo en el verano quiteño... Luego, con el regreso a trabajar, las ocho horas de trabajo se han vuelto siglos que no terminan hasta que llego a casa y estoy con mi gordo (o con mis gordos cuando el hubby está en casa).

Las noches que jugamos juntos en el baño, cuando leemos cuentos haciendo todos los sonidos de animales, las mañanas que le despierto cantando a mi pajarito, los cinco minutos más de vagancia mientras vemos las noticias y tomamos el pecho... Son apenas suspiros que no quisiera que terminen. Pero terminan.

Una no llega a dimensionar cuánto amor puede caber en el pecho. Cómo una sonrisa puede iluminar el mundo y un llanto, romper el corazón. Hace un año, no pensé que podría amar a alguien de esta manera porque inunda, lo llena todo... desde la memoria del celular con mil fotos y videos hasta el último pensamiento de la noche.

A veces me siento culpable porque cada mañana salgo de mi casa con la pañalera y el coche del auto y tengo que dejarlo (aunque sé que en casa de los abuelitos está super bien cuidado) para volar al trabajo con el tiempo justo y en la garganta un nudo. Simplemente lo extraño desde que le doy la bendición y mi beso de despedida.

Hay muchas versiones respecto a las madres trabajadoras. Algunos estudios mitigan mi conciencia porque muestran que a los pequeños les va bien en la vida cuando han sido hijos de mujeres que trabajan. La cuestión es que hoy por hoy, la alternativa de dejar el trabajo es un lujo que ni papá ni yo podemos darnos. Solo espero que nuestro gordito nos entienda y nos perdone por el tiempo que no estamos.



viernes, 20 de mayo de 2016

Tengo una mami lechera, no es una mami cualquiera...

* Contenido explícito, no apto para personas sensibles*

Como ahora soy monotemática en las conversaciones y post (Solo se refieren a Juan José), he hablado con mujeres que ya son mamás y una de las cosas que más me ha llamado la atención es la posición que tienen respecto a la lactancia. Para muchas ha sido una experiencia traumática e incómoda por varios factores: 

  • Dolor en las chichis: Dar de lactar puede ser doloroso porque el bebé agarra, aplasta, hala y lastima los pezones. Yo intenté prepararme para esto desde el embarazo utilizando un cepillo dental durante mis duchas hasta que agarraron la consistencia de chupón! Salvo las molestias iniciales, no sufrí como cuentan muchas mujeres. 
  • Aumento de tamaño de copa: Siempre me he quejado de la falta de delantera, el embarazo y la lactancia me han quitado ese complejo. Soy muy feliz luciendo el nuevo escote (mientras dure esta etapa) y usando blusas "abre-fácil" para dar de comer al pequeño cuando le de ganas. 
  • Los sitios públicos: Cuando el hambre llama, no hay mucho que podamos hacer con los bebés porque nos lo hacen saber a los gritos. Si son de las que optaron (o fueron obligadas por el pediatra) por la lactancia exclusiva, no tienen otra opción que sacar la chichi y enchufar al guagua. Debo confesar que esto me ha resultado incómodo porque el exhibicionismo no es lo mío y tiendo a sonrojarme cuando hay mucha gente mientras debo dar de lactar. En todo caso, hay pañuelos o pañales de tela que se ponen en el pecho durante el proceso y nadie tiene por qué ver más allá.
  • Olor a leche 24/7: Si eres una mami lechera no te salva nadie de oler a leche todo el día pero con un bebé en casa hay que acostumbrarse a constantes fluidos - propios y ajenos - en la ropa y el cuerpo. La leche es lo que menos me preocupa. Es necesario usar protectores o recolectores para evitar que la leche manche la ropa, con eso basta!
  • Cuidar las comidas: Esto es una de las cosas más difíciles para mí porque soy un tractorcito comelón (y la lactancia me permite comer todo lo que pueda sin subir de peso!). Todo lo que entra en mi organismo se va a la leche y le paso al Juanjo y con el método de prueba - error me he dado cuenta que hay cosas que le sientan fatal como la leche, el maní y la fanesca. Evidentemente, mi consumo de café y alcohol sigue restringido y, de vez en cuando, los extraño a ambos. 
  • Angustia extrema: Lo que realmente ha sido muy duro de esta etapa es la duda. Al ser mi primer bebé tengo muchas inquietudes respecto a su alimentación, salud y desarrollo. En muchas ocasiones pensaba que mi leche no era suficiente y que le dejaba con hambre, esto desembocaba en llanto de lado y lado (aparentemente, en este año he llorado muchísimo) pero con paciencia y serenidad, tengo lo necesario para darle de comer al Pochito y armar el banco de leche que ha servido mucho ahora que regresé a trabajar. 

Esto de la lactancia, así como toda la maternidad, requiere de mucho amor y paciencia (de esta última he tenido que aprender a la brava). Se trata de una etapa nueva con muchas decisiones que tomar, muchos momentos de crisis y miles de consejos no pedidos o juicios no deseados. Al final del día, lo único que importa es que mamis y pochis hagan lo que sientan que les va bien. (Ese es mi consejo no pedido).




De la entrevista, al ghosteo!

Hoy estoy triste. No hay una forma graciosa de decirlo ni algún eufemismo que me ayude a suavizar este sentimiento. El 30 de junio entré ofi...