Hoy estoy triste. No hay una forma graciosa de decirlo ni algún eufemismo que me ayude a suavizar este sentimiento.
El 30 de junio entré oficialmente en las estadísticas de desempleo en el Ecuador, principalmente porque el cierre de fondos de cooperación desde Estados Unidos obligó a muchas organizaciones de la sociedad civil a cerrar sus proyectos y, en algunos casos, a cerrar sus puertas. Sin embargo, desde febrero mi vinculación ya era de medio tiempo y, evidentemente, con medio salario; pero los gastos del hogar siguen siendo al 100%.
Desde entonces he enviado hojas de vida como si repartiera volantes de una picantería en una esquina del centro histórico. La verdad, ya perdí la cuenta de cuántos correos he enviado y cuántas cartas de motivación he firmado. El número de entrevistas a las que he sido convocada se cuenta con los dedos de las manos; los agradecimientos después de ellas no llegan ni a la mitad. Creo que el ghosting más feo que he enfrentado ha sido el de algunos reclutadores.
Uno de esos procesos —el único— avanzó mucho. Llegamos a la fase de referencias, y la gente tan linda con la que he trabajado estuvo dispuesta a mentir y hablar muy generosamente de mí. De verdad sentí mucha fe, estaba completamente motivada y convencida de que esta vez sí se daría. No pasó. El lunes me enviaron un correo agradeciéndome por participar y diciéndome que continúe postulando a los distintos procesos de la organización.
Lloré. Lloré mucho.
Sentí que mi perfil no es suficiente, que todos estos años de estudiar, trabajar y comprometerme a fondo con todo lo que emprendo no alcanzan. Sentí que ya no tiene sentido seguir enviando hojas de vida, porque contratarme, aparentemente, se siente como un favor que me hacen y no como que yo tengo mucho que ofrecer.
Quisiera cerrar este post con palabras de aliento, diciendo que valoro todo lo demás que tengo y, aunque es cierto, no se siente como un consuelo. Hoy me voy a desanimar, voy a desahogarme con este post y seguiré intentando hasta que algo salga o me logre reinventar. Rendirme no es una opción.
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