Cuando me han preguntado ¿Por qué no puedo ser una niña normal?, nunca
he logrado descifrar ni siquiera la pregunta y mucho menos he podido articular
una respuesta. Las circunstancias en las cuales me han preguntado eso son
diversas pero en este caso me refiero al tema de la escuelita (ahora sí me
refiero a una escuelita con pupitres, mochila, profesores y cuadernos aunque
sin lonchera).
Recuerdo que cuando era chiquita (más chiquita) y amanecía enferma,
hacía unos tremendos berrinches para que mi mami me mande a la escuela, le
juraba que me iba a poner bien a lo largo del día pero que me deje ir a clases
porque no me gustaba quedarme en casa a ver televisión. Algunos pensarían que
ése era un defecto que se me quitaría con el tiempo pero no!
En el colegio jamás me quedé a supletorios, para los exámenes de grado
me recluí en casa dos semanas de absoluto estudio, en la universidad mis
compañeros me exigían que haga la letra más grande para que puedan sacar copias
del cuaderno. Pero definitivamente no hablamos de un problema congénito sino
más bien de esos casos raros que aparecen en las familias.
Pero en serio, no piensen que mi vida es solamente libros (y
margaritas), de hecho, tiendo a ser un poquito relajosa en clases y casi nada
amiguera, entonces mi tiempo en la universidad transcurre rápida y amenamente.
Por eso ahora, luego de tres años de no pisar un aula de clases, regresé a un
pupitre y durante la primera semana de
clases ya me convertí en la presidenta del curso.
La verdad, esta semana ha tenido de todo un poco: Un primer día en el
que llegué a clases en una moto para evitar el atraso pero sin poder evadir el
aguacero, lo cual me dejó casi lista para un concurso de camisetas mojadas. Un
segundo día con un profe con una voz en decrescendo que de cuando en cuando se
convierte en un suave arrullo y se confunde con la melodía de los aguaceros
quiteños. Por último, un tercer día con un profesor que terminó sus horas de
clase retorciéndose del dolor de panza pero sin perder el hilo de la clase ni
el sentido del humor.
Apenas es el inicio en la escuelita pero me siento contenta y
emocionada. Trato de organizar mi tiempo entre los roles de funcionaria
pública, estudiante y esposa para rendir bien en todos ellos y aunque los
ánimos están intactos, este cuerpito latino ya está medio abolladito.
Empiezo un nuevo camino, un nuevo reto y seguramente un montón de
nuevas aventuras que les contaré como siempre, en el Ani Mini Mundo.
Divertido leerte! Buena suerte en esa escuelita! Me divirtió la parte de las camisetas mojadas...
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