Uno de los primeros regalos de Noche Buena que recibí hace bastantes años y
quizá se ha convertido en el más traumático de mi vida, fue una muñeca Barbie
de colección. Recuerdo sus grandes ojos azules, su cabello rubio hasta la
cadera, su vestido color naranja o melón o taxo o salmón (Lo siento, yo no
diferencio más allá de los colores primarios) y una pequeña estola de piel que
hacía juego con sus grandes aretes. Sin embargo, el día después de Navidad,
había extraviado la muñeca porque me quedé dormida en el transporte. Qué
decepción!
Luego, para mitigar los daños, en mi cumpleaños siguiente recibí la famosa
"Barbie Hawaiana". Realmente me sorprende que Mattel haya sacado al
mercado una muñeca de piel canela, aunque con el mismo cuerpo irrealmente
despampanante. Mi muñeca tenía su ukulele, su falda de rafia y su bikini. Un
mes más tarde, la cabeza se encontraba en mi velador y el cuerpo en el patio de
mi casa (que era muy particular).
Desde ahí supe que las muñecas y yo no estábamos diseñadas para vivir
juntas. Adquirí una especie de alergia a los corredores rosados de las
jugueterías donde se venden muñecas, vestidos, zapatos y todo un lifestyle de
servilismo absurdo. Aprendí, también, que no hay nada más divertido que jugar
con otras niñas y niños con coches de madera, pelotas y bicicletas. Creo que mi
vida “callejera” sumada a cierto desprecio por los musicales de WaltDisney,
generaron en mí un disgusto por las “princesitas”.
Y lo triste es que ahora, veinte años más tarde, el panorama no ha cambiado
en absoluto. Cuando fui con mi hija putativa al cine – que por cierto se
encontraba repleto – vimos “La Bella y la Bestia”. En esa película infantil escuché
una de las frases más misóginas de la vida (Después de muchas que se encuentran
en Estudios sobre el Amor de José Ortega y Gasset) Y cito textualmente: “Las
mujeres no deben leer porque eso les da ideas y les hace pensar”. Tengo que
confesar que si el Rey León me traumó de por vida con la muerte de Mufasa, con esta
película cuestioné todo el entorno en el que crecimos y lo que evidentemente no
quiero para las posibles y futuras Mini Anis.
Si muchas mujeres dicen que en el mundo hay tanto “sapo” es porque andan por
la vida creyéndose princesas y esperan su trono, su corona y sus reverencias.
No imaginan cómo será salir de la casa sin lucir impecables en peinados,
maquillajes y con la última moda que muestra más mercancía que un cachinero de
la Marín.
Yo creo, desde el fondo de mi corazón, que si en el mundo hubieran
más “Damas de Hierro” en lugar de tanta “Cenicienta” seguramente estaríamos escribiendo otra historia.